En la vibrante Terminal del Norte, entre el constante flujo de personas y destinos, se viven historias tan únicas como las rutas que la terminal conecta. Hoy, dos hermanos, Ian y Allan, provenientes del caluroso Frontino, dejaron su risueño rastro en el tránsito de pasajeros durante un fin de semana especial.
Allan, el menor de los dos niños, con ojos llenos de ilusión, compartió su sueño de ser mulero y manejar un tractor de color rosa, mientras su hermano Ian anhela conducir una mula verde. Los dos hermanos, alegres y bullosos, llevaban consigo pequeñas mulas de juguete, imitando con entusiasmo los sonidos característicos de esos grandiosos vehículos. Su madre, con orgullo evidente en su voz, cuenta como cada vez que las mulas reales pasaban cerca de su hogar, los niños, ansiosos y emocionados, corren hacia las ventanas para apreciar el imponente paso de estos vehículos de carga.
Cada pitido de las mulas es una melodía de felicidad para Ian y Allan, una conexión directa con sus sueños de futuro. Su mamá cuenta con alegría cómo los niños, con sus gestos y gritos, intentan atraer la atención de los muleros para recibir ese saludar característico, el sonido alegre y resonante que hace eco en las montañas de Antioquia.
En medio de los ires y venires de la Terminal del Norte, donde los destinos y las historias se entrecruzan, la luz de los sueños de Ian y Allan brilla con fuerza. Así, mientras regresan a Frontino, llevan consigo no solo sus pequeñas mulas de juguete, sino también la promesa de futuros recorridos sobre las coloridas mulas de sus sueños, tejiendo así las hilachas de sus aspiraciones en cada kilómetro que transitan.
Escrito por: Sara Cabrera
Fotografías: Anggy Cano
