En el corazón palpitante de Terminales Medellín, emerge una figura singular, empoderada con su distintivo chaleco naranja y negro que destaca entre la multitud. Su cabello rubio, como un estandarte, simboliza un compromiso profundo. Desde las primeras luces del día, o la imponte y oscura noche, Beatriz encarna la vocación de servicio, irradiando hospitalidad a los usuarios que transitan por las terminales, sin importar su nacionalidad.
Para Beatriz, el idioma no es una barrera infranqueable; su empatía trasciende fronteras, convirtiendo los amplios espacios de las sedes Norte y Sur de Terminales Medellín en un lugar donde todos se sienten acogidos. En sus momentos de descanso o en el trayecto de regreso a casa en el bus, dedica una hora diaria a estudiar inglés a través de aplicaciones virtuales. Este esfuerzo no es solo una satisfacción personal, sino también una contribución valiosa a su destacada labor diaria, proporcionando información precisa y oportuna a los usuarios de otras nacionalidades.
Pero sus ansias de aprender y superarse no conocen límites. Con sus 59 años, su vocación de servicio inquebrantable y una energía que evoca sus mejores años de adolescencia, cada amanecer es una oportunidad para adquirir nuevos conocimientos y mejorar su desempeño en cada turno de trabajo. Incluso el lenguaje de señas, inicialmente un desafío, se ha vuelto una habilidad para comunicarse a través de cursos y talleres virtuales, permitiéndole comunicarse con los usuarios con discapacidad auditiva.
Más de cuatro años han transcurrido desde que inició esta noble labor de servicio, y su objetivo diario sigue siendo claro: brindar a los usuarios un viaje lleno de cosas buenas. Ella no es simplemente una funcionaria de la entidad; es una guía, una amiga y un símbolo viviente de dedicación y compromiso con las personas que convergen en este pequeño mundo. En cada rincón de Terminales Medellín, su presencia es un recordatorio de que la hospitalidad trasciende más allá de las palabras y se convierte en una experiencia cálida y memorable para todos los viajeros.
Escrito por:
Jorge Hugo Monsalve Calle.
