
Muchos seres han puesto lo mejor de sí para convertir a Terminales Medellín en el corazón de la comunicación terrestre de pasajeros de la región. Uno de ellos es Albeiro Espinosa, quien ha entregado con amor la mitad de su vida al servicio como técnico operativo y con amabilidad y alegría irradia a los usuarios que a diario transitan por Terminales Medellín, lugar que conecta a la ciudad con las 5 regiones de Colombia y las 9 subregiones de Antioquia.
Don Albeiro Espinosa empezó a ser parte de Terminales Medellín hace 37 años. Hoy es uno de los 113 colaboradores que, todos los días, visten nuestra “camiseta” con amor y orgullo. Se ha ganado el respeto y el cariño de sus compañeros, ellos siempre esperan que les ofrezca el café que todos los días hace con dedicación y que es famoso por su buen sabor. Esta acción es solo un ejemplo de entrega y buena energía.
Cuando camina por los pasillos de Terminales Medellín, llama la atención por el color de su chaleco naranja, distintivo del personal operativo que tiene la tarea de orientar y atender al público de las terminales. A través de su figura delgada, un rostro apacible de tez blanca y su cabello cano, refleja la sabiduría que le otorgan los años. Su calma es un bálsamo para viajeros afanosos que tienen la necesidad de ubicarse o encontrar uno de los múltiples servicios que se conjugan en las terminales.
Cómo inició el sueño
De don Albeiro debemos decir que ingresó a Terminales Medellín en el año de 1988 como un gran sueño cumplido. De su infancia recuerda los primeros viajes a Medellín desde su natal Santa Rosa de Osos, cuando con su padre debía hacer parada en el centro. Recuerda que la empresa que lo transportaba y que aún hoy despacha buses hacia el mismo destino: Coopetransa, estaba ubicada en la av. Ferrocarril, y las demás empresas diseminadas por diferentes calles del sector de Guayaquil.
“Brasilia y Rápido Ochoa funcionaban por los lados de Palacé o de los Huesos, eso era regado por todo el centro y en la calle, la inseguridad, y bueno las vías no eran las mejores en ese tiempo”.
Muy temprano, su familia tuvo la necesidad de migrar a la ciudad y llegaron al barrio Manrique Central por el sector de Palos Verdes, al lado de la Iglesia Señor de las Misericordias, desde donde caminaba todos los días hasta el Colegio Militar José María Córdova, del cual se graduó con libreta militar de primera clase. Desde Palos Verdes bajaba caminando los fines de semana para jugar en la cancha de fútbol, que fue el lote en el que se construyó la Terminal del Norte.
“A mí me gustaba venir a jugar ahí fútbol, pero eso era dentro de la autopista, prácticamente “un rastrojero”, un pantanero. Era la autopista y de ahí para allá no había nada construido, sino que era unas matas”.
Cuando empezó a construirse la Terminal del Norte en 1981 y después de graduarse como bachiller, don Albeiro contemplaba desde las lomas de Manrique los avances y, los domingos, bajaba para deleitarse de cerca con la construcción de la inolvidable estructura metálica verde del techo. Deseaba con intensidad la posibilidad de trabajar en un sitio como la Terminal, anhelaba este trabajo y, sin darse cuenta, lo estaba llamando.
“¡Oiga lo que se le pone a uno en la mente! Créame que es verdad, yo iba por allá e iba como a ‘desachantarme’, porque me bajaba a pie y yo decía: ¡hombre qué sabroso uno trabajar acá en la terminal! Y vea, se me dieron las cosas, hasta hoy en día que estoy acá, prácticamente a punto de salir pensionado, gracias a Dios”.
Recuerda la inauguración de la Terminal del Norte como un gran evento de ciudad, la curiosa concurrencia, según él, era comparable a la peregrinación que se formó con la venida del papa a Medellín en el 1986, o a la inauguración del Metro en 1995. Todo el mundo quería conocer la nueva terminal de transporte, la cual cambiaría para siempre las dinámicas del centro de Medellín y del sector en el que se ubicó desde entonces.
“Todo el mundo fue a ‘novelerear’ allá a la terminal, y eso no fue de un día para otro, sino que duró tiempo, como si fuera una peregrinación donde se hubiera aparecido la virgen ¿sí me entiende?”
Historias de amor: Terminales Medellín, nuestro segundo hogar
La posibilidad de viajar lo acercó al amor, pues don Albeiro conoció a su esposa Beatriz Castro en el Carmen de Bolívar, antes de ingresar a laborar a Terminales Medellín, cuando trabajaba para una editorial que vendía credenciales y esquelas con mensajes para enamorados, algunas de ellas se conservan en los álbumes familiares como prueba de su conquista, la cual cumple alrededor de 43 años.
“En ese entonces —los buses— no eran ni con aire acondicionado, el aire acondicionado era que se abrían las ventanillas y entraba el aire nomás, eran buses, los que llamábamos ‘machaquitas’”.
Su vida dio un vuelco en agosto de 1988, cuando don Albeiro ingresó a Terminales Medellín como parte del equipo operativo. Había cumplido un sueño: trabajar con la empresa y en el lugar que miraba con anhelo en su juventud desde lo alto de Manrique.
Dice que, en un inicio, la operación de Terminales Medellín era mucho más compleja. Los registros de entradas y salidas, el servicio de baños y los recaudos de las tasas de uso se hacían manualmente en planillas, en las cuales anotaban los datos de los vehículos y, con un reloj de control, marcaban las horas en las que ingresaban y salían de la terminal. “Cuadrar” la caja era toda una odisea, pues el recaudo debía coincidir con los datos asentados en las planillas, por lo cual, al inicio se vio obligado a trabajar horas extras hasta que las cuentas fueran claras. Después aprendieron a hacer el cuadre durante el turno y así ajustaron su horario de salida.
“Pues nosotros anotábamos en esas hojas y esos datos se llevaban a la información que había en ese entonces. Por medio de esos datos era que se le informaba a la gente de llegadas y de los vehículos… entonces constantemente les estábamos llevando las hojitas, ¿cierto? para que estuvieran más o menos actualizadas.”
Para este hombre sexagenario el transporte es el motor de cualquier economía y, su experiencia en la primera terminal de transportes de pasajeros del país, le han sumado 37 años de experiencia, le han convertido en asesor de técnicos de otras ciudades y municipios del país, en la tarea de construir sus propias terminales de transporte. Estas asesorías están basadas en aciertos y mejoras que se han implementado desde su origen, en este nodo regional de comunicación terrestre que, en materia de transporte de pasajeros, se ha convertido en modelo de crecimiento.
“Todas las terminales de todos los lugares del país, que empezaron a construir las terminales, venían aquí no más y nosotros fuimos muchas veces el motor para darle inducción a toda esa gente que llegaba de otras partes a ver cómo funcionaba esto.”
De lo manual a lo automático
Para don Albeiro el cambio, en 47 años de operaciones de la Terminal del Norte, es del 100%, pues, según manifiesta, ahora es mucho más fácil, teniendo en cuenta la automatización en el registro de entradas y salidas que, a través del reconocimiento biométrico de las placas, genera automáticamente toda la información y los datos de entradas y salidas de los vehículos y sus conductores.
“Ahora todo está muy bien, porque ya cuando se va a finalizar el turno en uno o dos minuticos se cierra y da el dato preciso y ya el sistema nos trae todo hecho prácticamente, lo que se hacía anteriormente manual ya el sistema nos lo hace. Sí ha mejorado en un 100% la vida laboral en la terminal.”
Don Albeiro manifiesta tener un profundo cariño por Terminales Medellín. Gracias a su trabajo pudo conformar una familia a los pocos meses de su ingreso a la empresa y adquirir su casa propia en Bello, además dice que: “de no ser por Terminales Medellín” no hubiese podido sostener a su esposa y a sus dos hijas Diana Carolina y Ángela María, quienes se han convertido en profesionales en Administración de Empresas y Derecho de la Universidad de Medellín, respectivamente, gracias al trabajo dedicado que su padre cumple sin falta cada semana en esta empresa desde hace 37 años.
“Yo a veces digo que la terminal fue donde yo tuve todos los ingresos para sostener la familia porque no hubo otra empresa diferente.”
En su figura apacible y su estado de calma, don Albeiro refleja la experiencia y nos regala parte de su secreto para conservar su delgada figura y vigor: “la tranquilidad y el respeto ante todo”, dice, es lo que lo ha llevado a conservar su matrimonio durante todo este tiempo, así como una fórmula secreta para tener éxito en su trabajo, que consiste en atender, guiar y ser amable con los clientes: conductores y viajeros con los cuales está en contacto todos los días y que son la razón de la Sociedad de Terminales de Transportes de Medellín S.A. desde que se fundó, hasta la fecha.
“Tolerar y respetar. Saber que el otro es diferente a uno y que piensa diferente a uno y esa es la base de la convivencia, pues que me ha llevado a mantenerme tanto laboralmente como en estas vías de sociedad de pareja”.
Y aunque está a punto de jubilarse, manifiesta que desde ya está elaborando el duelo de la separación de un sitio en el que ha pasado la mayor parte de su tiempo y al cual viene siempre a trabajar con entusiasmo y alegría.
“Le cuento, yo ya estoy como en planes de retiro ¿cierto?, porque ya la vida laboral se me va agotando, pero entonces uno va sintiendo nostalgia ¿cierto? Pero por el lado mío yo le digo: si no hubiera que salir, pues yo seguiría trabajando en la terminal.”